Al
son del silencio pasan mis días.
La
roca es ahora arena, y el sol ha despertado mil veces.
La
luna vive y muere.
Se
renueva anhelando vernos un día cual raíz toca suelo.
Del
mismo barro, con iguales manos, fuimos creados,
para
un día formar un todo;
mas,
hasta el momento que recorre la manecilla,
el
tiempo no ha facilitado dicha reunión.
El
destino existe; pero, llega cuando se le deja de buscar.
Es
duro; pues, de mis pensamientos no escapas.
En
mis entrañas hierven palomillas,
en
un ardid incesable que no me deja dormir.
Es
una áspera y seca lápida.
Y
por más que luchen los labios, el secreto no concilia escapar.
Perece
en su lecho de muerte,
quien
antes fue su cuna.
Dichoso
aquel que la encuentra, sin conflictos;
mas,
nada es mejor apreciado que lo que se consigue luchando;
aunque,
mi guerra no se puede luchar.
Tan
sólo puedo esperar, ser paciente,
no
perder la esperanza.
La
tristeza es mutua; pues, el secreto nunca lo fue.
Caminos
que se juntan y llevan al mismo lugar.
Ojos
blindados, manos atadas, besos negados.
Nuestros
labios se hablan,
se
invitan a estar juntos;
mas,
cuando la distancia desaparece,
el
miedo y la culpa renacen.